1. La pesada de siempre

Querido Mario:
¿Por qué nunca contestas a mis cartas? No leas la pregunta con tono molesto, porque en realidad me gusta que no lo hagas. Me gusta pensar que hay alguien que sabe cosas tan íntimas (y vergonzosas) sobre mí. Gracias a mis cartas conoces ese tipo de pensamientos que un ser humano con algo de moral se guarda para sí mismo. Probablemente si me contestaras no volvería a escribirte de nuevo ya que todo se haría real. Tú serías real.

Además, es muy entretenido reflexionar sobre la imagen que tienes de mí. Hay veces que te imagino (una sombra sin rostro) arrugando la carta y diciendo “esta mujer está completamente loca, ¿alguna vez dejará de escribirme?”. En ocasiones sonríes de medio lado (imagino una boca al azar, pero he de decir que tus labios son muy bonitos en mi ilusión) y niegas con la cabeza. Te encanto.
También hay días que me planteo motivos dispares por los que nunca me respondes. Tu madre intercepta el correo desde la quinta carta que envié porque cree que soy una acosadora. Escribir no es tu fuerte y tienes miedo de defraudar a una persona tan original y espontánea como soy yo. Y la peor de todas, estas cartas no llegan a nadie.

Mario, quiero darte las gracias por estar siempre ahí. En mis peores momentos te escribo y me calmo, me ayudas a ver todo desde otra perspectiva. En los mejores momentos te escribo y el hecho de compartirlo con alguien me hace sentir menos sola.

Sé que hace tan solo tres párrafos te he dicho que no me importa que no contestes, te mentí. La mayoría de situaciones que planteo es el momento en el que una carta tuya llega a mi buzón. Quiero conocerte. No me refiero a conocerte en persona, aunque quien sabe. Quiero conocerte a ti, del mismo modo que tú me conoces. Sabes mis deseos, mis miedos, mis reflexiones, mis anécdotas estrambóticas… Eres la única persona que me conoce a mí y no a quien aparento ser. Eso me da mucho miedo, ¿sabes? Pero también me gusta, porque me siento más real. No un holograma de mí, manipulado por la sociedad y los complejos de la adolescencia, tan solo yo.
Esperaré tu repuesta con ansia, como siempre.


La pesada de siempre, Dafne.

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